Ir al contenido
Go back

El duelo que nadie menciona

Mi amigo Javier pasó 22 años convirtiéndose en el mejor. No “bueno” - el mejor. Arquitecto de software senior, el tipo al que llamaban cuando todo se rompía. Su código era elegante, sus decisiones arquitectónicas eran sabias, y su reputación era impecable.

Hace dos semanas me escribió a las 2 AM. “No puedo dormir. Hoy vi a un junior resolver en 15 minutos con ChatGPT lo que a mí me tomó años aprender a hacer bien.”

No estaba enojado con la tecnología. Estaba de duelo.

Hablamos mucho sobre reinvención. Sobre adaptación. Sobre cómo la IA es una oportunidad, no una amenaza. Y todo eso es cierto. Pero hay algo que rara vez mencionamos: antes de poder reinventarte, tienes que soltar quien eras.

Y soltar duele.

No es como cambiar de trabajo o aprender una nueva habilidad. Es más profundo. Es como si te dijeran que el idioma que hablas con fluidez ya no es necesario. Que los 10,000 horas que invertiste siguen teniendo valor “en contexto”, pero el contexto acaba de cambiar.

El traductor que puede convertir textos técnicos manteniendo matices culturales. El diseñador que entiende por qué un píxel de diferencia importa. El analista que puede leer entre líneas de datos. La contadora que detecta inconsistencias que ningún sistema ve.

Todos ellos miran cómo la IA hace en segundos una versión “suficientemente buena” de lo que les tomó décadas perfeccionar.

Y aquí está lo que nadie te dice: está bien sentir que perdiste algo. Porque lo perdiste. No tu capacidad, sino tu singularidad. La sensación de ser irreemplazable en tu dominio.

Es un duelo real. Y como todo duelo, tiene etapas.

Primero está la negación. “Esto no puede hacer lo que yo hago realmente.” Luego la rabia. “¿Para qué pasé años estudiando?” Después la negociación. “Tal vez si aprendo a usar estas herramientas…”

Y eventualmente, si tenemos suerte, la aceptación.

Pero la aceptación no es resignación. Es algo más sutil. Es reconocer que tu valor nunca estuvo solo en ejecutar la tarea. Estuvo en el juicio que desarrollaste al hacerla miles de veces. En el criterio que ningún modelo puede replicar porque viene de cicatrices, no de datos.

El programador senior no vale porque escribe código más rápido. Vale porque sabe cuándo NO escribir código. El diseñador experto no vale por sus habilidades técnicas. Vale porque entiende el problema que el cliente no articuló.

Javier eventualmente me respondió una semana después. “Decidí que mi nuevo trabajo es hacer las preguntas que la IA no sabe hacer.”

Ese es el lado lejano del duelo. Cuando dejas de definirte por lo que hacías y empiezas a definirte por lo que solo tú puedes aportar.

Pero primero, tienes que darte permiso para llorar lo que se fue.

Porque la transformación no comienza con la reinvención. Comienza con reconocer que algo terminó. Y que está bien sentir eso.

La próxima vez que alguien te diga que “solo necesitas adaptarte”, recuerda: la adaptación tiene un costo emocional. Y ese costo es real.

¿Qué estás listo para soltar?


Share this post on:

Previous Post
El espejo roto
Next Post
El arte de hacer espacio