Cuando el atajo cuesta más que el camino
Cerré LinkedIn esta mañana después de ver el quinto post prometiendo “10x tu productividad con IA en 7 días.”
Me tomó un café entero darme cuenta de por qué me incomodaba tanto.
No era la promesa. Era el déjà vu.
Hace 2 años, la misma persona prometía 10x con NFTs. Antes de eso, con dropshipping. Y si retrocedes lo suficiente en su timeline, encuentras el mismo patrón con diferentes palabras: SEO, marketing de influencers, criptomonedas, growth hacking.
El tema cambia cada seis meses.
El multiplicador siempre crece.
La matemática nunca cuadra.
California, 1849. Miles corren hacia las montañas persiguiendo oro. La mayoría quiebra excavando. Levi Strauss vende pantalones a los mineros y se hace millonario. Samuel Brannan vende palas y se convierte en el primer millonario de California.
El patrón es tan viejo como la ambición humana.
Pero lo fascinante no es que exista. Lo fascinante es que funciona, ciclo tras ciclo, generación tras generación.
1995: “Hazte millonario con tu página web.” 2005: “Un millón de seguidores en MySpace.” 2010: “Gana $10,000 al mes blogueando.” 2017: “Bitcoin te hará rico.” 2024: “Automatiza todo con IA.”
Ponlas en secuencia. Es la misma melodía con diferentes instrumentos.
Y cada ciclo perfecciona un arte ancestral: la urgencia fabricada.
“El 99% está usando la IA mal.” “Tu competencia ya lo está haciendo.” “Si no actúas HOY, quedarás obsoleto.” “Solo quedan 5 cupos.”
La ansiedad no es un efecto secundario del mensaje.
Es el producto.
No te están vendiendo conocimiento sobre IA. Te están vendiendo alivio del miedo que ellos mismos plantaron. Y funciona porque el miedo a quedarnos atrás es más primitivo que nuestra capacidad de reconocer patrones.
Llegan justo cuando hay confusión.
La confusión es terreno fértil. La urgencia, el fertilizante. Y nosotros, exhaustos de intentar entender algo genuinamente complejo, queremos creer que existe un atajo que otros conocen y nosotros no.
Alguien siempre está listo: “Yo sí sé cómo. $997. Decide ahora.”
Y aquí está lo incómodo: no escribo esto desde un pedestal.
Yo también he buscado atajos. He comprado cursos que prometían demasiado. He querido creer que alguien tenía una fórmula secreta que yo no conocía.
Este post me tomó varios días escribir. Normalmente escribo sobre lo que me pasó ayer. Pero esta vez no podía. Cada intento salía como réplica, como respuesta airada a un post específico. Necesitaba esperar a que el enojo se convirtiera en algo más útil.
En curiosidad sobre el patrón. En compasión por quienes caemos en él. En reconocimiento de mi propia vulnerabilidad ante la promesa del atajo.
La IA es real. Las oportunidades son reales. El cambio es genuino.
Pero multiplicar tu negocio por 100 con un curso de tres semanas nunca ha sido una de esas oportunidades.
No lo fue con SEO en 2005. No lo fue con redes sociales en 2010. No lo fue con blockchain en 2017. No lo es con IA en 2025.
El oro existe. Siempre ha existido.
Las palas de cartón también.
La diferencia es que el oro requiere trabajo sostenido, criterio desarrollado, y la paciencia de quien entiende que los resultados extraordinarios vienen de esfuerzos ordinarios repetidos durante tiempo extraordinario.
Las palas de cartón prometen lo opuesto: resultados extraordinarios con esfuerzo mínimo en tiempo récord.
Y seguirán funcionando mientras sigamos prefiriendo la ilusión del atajo sobre la incomodidad del camino.
La pregunta no es si van a seguir vendiendo palas de cartón.
La pregunta es si podemos reconocerlas antes de comprar la siguiente.